Arte japonés y japonesismo, en el Museo de Bellas Artes de Bilbao
La colección Palacio de arte oriental fue reunida entre 1925 y 1932 por José Palacio (Montevideo, 1875–Bilbao, 1952) e ingresó en el Museo de Bellas Artes de Bilbao en una primera parte en 1953 a través de la donación de su heredera, María de Arechavaleta, quien a su muerte en 1954 legó el resto. El interés de la colección radica en la calidad formal y artística de las piezas y en su excepcionalidad, ya que es una de las pocas de este tipo en nuestro entorno.
Incluye 291 piezas de arte extremo-oriental, de las que una buena parte (221) pertenece al arte japonés, aunque comprende también piezas procedentes de China, sudeste asiático, Corea, Vietnam… Entre ellas hay pinturas, estampas, una de las mejores colecciones europeas de tsuba (guarda de la hoja del sable japonés), inro (estuche con varios compartimentos que cuelga del cinturón del kimono), suzuribako (caja para escritura), sikisibako (caja para guardar papeles), objetos Namban, fabricados para la exportación y que reflejan el gusto occidental, y cerámica para la emblemática ceremonia del té o chanoyu. Están datadas, mayoritariamente, en el periodo Edo, comprendido entre los siglos XVII y XIX, en el que Japón no recibe apenas influencia exterior y produce, de este modo, su arte más característico. La exposición Arte japonés y japonismo está comisariada por el experto Fernando García Gutiérrez, S.J.
El Museo de Bellas Artes de Bilbao reúne por vez primera, gracias al patrocinio de BBK Fundazioa, la totalidad de las piezas de arte japonés (221) catalogadas de la colección Palacio, que ha estado parcialmente expuesta al público en diversas ocasiones, como en 1998 (93 piezas) y 2010 (114 piezas). Además, pone de relieve su influencia en el arte europeo del siglo XIX y en la abstracción y el informalismo de la segunda mitad del siglo XX, a través de una treintena de obras –de Gauguin, Tàpies y Chillida, entre otros– también pertenecientes a la colección del museo.
Con ocasión de la muestra, el Departamento de Conservación y Restauración del museo y un equipo de investigación del Departamento de Química Analítica de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad del País Vasco han realizado un estudio pionero que analiza de forma exhaustiva y con métodos no destructivos el estado de conservación de una selección de 112 piezas, divididas en dos grupos. En el primero se han analizado 37 tsuba, dos kozuka o mangos de kogatana (pequeño cuchillo) y una caja en forma de máscara femenina, trabajados y decorados con diversos metales y datados entre los siglos XVII y XIX
En el segundo, se han estudiado los objetos lacados, datados entre los siglos XVI y XIX, que toman como base la madera: 29 inro, 38 cajas, dos piezas Namban para la exportación y otros tres objetos (una mesa de finales del siglo XIX destinada igualmente a la exportación, una peineta y una copa de sake (bebida alcohólica).
Este trabajo ha permitido determinar los metales y las aleaciones de base, así como los empleados para las decoraciones de las tsuba. También en el caso de las lacas, se ha logrado establecer la naturaleza de algunos materiales usados en diminutas incrustaciones, y a simple vista similares, como el nácar, el marfil o el asta.
El estudio material de las piezas complementa las investigaciones desde un punto de vista histórico y estilístico realizadas por diversos expertos, recogidas en el completo catálogo editado por el museo con ocasión de la exposición: el ya citado Fernando García Gutiérrez, S.J., V. David Almazán Tomás (Universidad de Zaragoza), Yayoi Kawamura (Universidad de Oviedo), José Luis Merino Gorospe (jefe del Departamento de Conservación y Restauración del museo) y Arantxa Pereda.
ARTE JAPONÉS Y JAPONISMO
Desde que a finales del siglo XIX la dinastía Meiji (1868–1912) abrió los puertos japoneses, acabando así con el aislamiento del país, surgió en el mundo occidental, de forma paralela al notable incremento de las relaciones comerciales, un gran interés por el arte y la cultura del país del Sol Naciente. Cuando americanos y europeos pudieron viajar a Japón e importar objetos artísticos sobrevino una enorme fascinación por su cultura, reflejada en el perdurable fenómeno del japonismo, que influyó en la pintura, la orfebrería, la literatura, el cine o la moda, y que alcanzó su apogeo en París entre los años 1860 y 1900, aunque también surgieron grandes coleccionistas en Alemania y Reino Unido. El art nouveau, el impresionismo, el simbolismo y, más tarde, movimientos de vanguardia, desde la abstracción y el informalismo hasta el minimalismo, mostrarían su profunda huella en el arte occidental, visible aún hoy en día. Los objetos fácilmente transportables, como grabados, adornos de espadas, cerámicas y lacas, así como los populares netsuke (especie de tope que se usa, atado a un cordón, para suspender pequeños objetos del cinturón del kimono o vestimenta tradicional japonesa), fueron los preferidos de los coleccionistas.
En nuestro entorno el coleccionismo de arte japonés no estuvo muy difundido, a excepción de en Cataluña, donde surgieron un comercio interesado en artículos orientales y colecciones como la extinta Mansana, que en su momento llegó a reunir más de tres mil piezas. La celebración en Barcelona de la Exposición Universal en 1888 contribuyó decisivamente al fenómeno. Por ello, la figura de José Palacio –nacido en Montevideo, de padre cántabro y madre bilbaína, pero que fijó su residencia en la capital vizcaína desde los 15 años– es insólita en el Bilbao de principios de siglo, en donde los coleccionistas buscaban preferentemente pintura antigua europea y sólo los jóvenes artistas como Ucelay o Guiard, entre otros, apreciaban las particulares características de la estética nipona.
Las pocas referencias documentales conservadas sobre José Palacio atestiguan que se licenció en Derecho en la Universidad de Salamanca en 1898 y que emprendió estudios de Arquitectura en Barcelona durante la primera década del siglo XX, aunque nunca ejerció profesión alguna y toda su actividad conocida está ligada a su afición al arte y la música. Este diletante culto y erudito, perteneciente a la alta burguesía bilbaína de principios de siglo, frecuentó los círculos culturales de la Villa y viajó por Europa para asistir a conciertos y subastas de arte. Su presencia en París está documentada, entre 1925 y 1932, como un habitual de las prestigiosas subastas de arte oriental que se celebraban en el Hôtel Drouot y en la Galerie George Petit.
El museo conserva, también como parte de su legado, libros y catálogos con apuntes manuscritos sobre precios y adquisiciones, así como recortes de prensa con reseñas artísticas del diario Le Figaro, y libretas y hojas del Hôtel du Louvre en las que quedan anotadas sus vivencias de viajero y aficionado a las artes. También se interesó por la pintura del Renacimiento y el Barroco europeos y, de este modo, la colección alcanza un total de 523 piezas, aunque la sección oriental, por su singularidad y calidad, es realmente excepcional. Como buen conocedor, José Palacio apreció piezas sofisticadas, como los netsuke en madera o la cerámica para la ceremonia del té, en su tiempo alejadas de los gustos dominantes.